Hoy, 1 de junio, se cumplen 51 años del fallecimiento del ex presidente y militar Pedro Eugenio Aramburu. Aramburu fue dictador de la mano de la Revolución Libertadora entre el ‘55 y el ‘58, período en el cual ordenó la matanza de múltiples militantes peronistas, por ejemplo, el Fusilamiento de José Leon Suarez. Años después, y con una vida política aún activa, fue secuestrado y sometido a un juicio revolucionario, donde se lo juzgó culpable de delitos tales como el arriba mencionado y el secuestro del cadáver de Eva Perón, siendo entonces condenado a la muerte, y ejecutado dos días después, aún en cautiverio.
Montoneros se proclamó autor del hecho, llegando rápidamente a la fama con su debut terrorista, y su relevancia no desapareció prontamente, sino que fue incrementando en ambos fama y miembros. Si bien las consecuencias inmediatas del hecho fueron significantes, como la completa desestabilización y caída de la llamada Revolución Argentina, las consecuencias a largo plazo fueron aún mayores.
El día del regreso definitivo de Perón al país, tres años después, el peronismo tradicional organizó una movilización en Ezeiza, a la espera de su líder, pero ésta fue copada por los sectores revolucionarios. En desacuerdo, los organizadores empezaron a disparar contra la Tendencia, dejando por lo menos 13 muertos. Este es el primer acto del peronismo donde demuestra su postura hacia estos nuevos sectores, pero para cuando Isabelita asume el poder, éstos ya están descontrolados y no hay Triple A que los detenga.
Así se desencadenan los eventos, hasta llegar a la actualidad, donde hace unas semanas vivimos otro atentado terrorista que pese a ser de menor gravedad también busca la desestabilización de un régimen autoritario. Se considera al asesinato de Aramburu como el inicio de las guerrillas argentinas, modificando así por siempre el rumbo de nuestra historia y nos preguntamos, ante los eventos recientes, qué tanto de la frase atribuida a Cicerón es verdad y qué tanto podemos arriesgarnos a estar del otro lado de la historia: “Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla.”