El pasado 20 de octubre, Yamil Santoro denunció públicamente, a través de su twitter, al 5to candidato a legislador porteño de Javier Milei, Leonardo Saifert.

Santoro aseguro que Saifert “Reivindica a la dictadura, dice que los judíos no son pueblo, considera que la discapacidad es un insulto y odia a las personas que viven en villas”. Este tuit fue tomado por Página 12 que escribió un título incendiario en el que se lee “Yamil Santoro denunció a un candidato de Milei por reivindicar la dictadura y odiar a la gente que vive en las villas”.





En esta nota de Página 12 también se lee lo siguiente: “No es imposible que a Santoro le salga el tiro por la culata y la denuncia termine siendo propaganda: tal vez algún votante de Juntos por el Cambio decida votar a Saifert por sus afirmaciones y no a pesar de ellas”. En este breve fragmento Página 12 deja en claro lo que piensa de los liberales e incluso de la oposición más blanda.
Por su lado Saifert dijo simplemente que no le “interesa salir a retrucar una opereta mal intencionada y sacada de contexto”.
Por otro lado, vale la pena mencionar que Sabrina Ajmechet, candidata a diputada de JxC, es decir, compañera de espacio de Yamil Santoro, tiene tuits en los que, entre otras cosas, dice: “haga patria, mate un judio” y “desperdicié la oportunidad de atropellar a un grupito de estudiantes del Pellegrini. Sepa la patria perdonarme”.

Esto último muestra, al menos en principio, una doble vara moral, una para los propios y una para los “otros”. Esta doble vara es típica de los tiempos que corren, donde los archivos de redes sociales y tuits viejos son muchas veces explotados como herramienta política. Por momentos se busca extirparlos de su contexto, del momento y se los utiliza como un arma de “cancelación”.
El problema no es que se base el juicio a una persona en sus tuits, ya que estos son herramientas de comunicación y todos nos juzgamos constantemente en base a lo que comunicamos verbal, escrita o corporalmente. El error aparece cuando los juicios se llevan demasiado lejos en la búsqueda de obtener una recompensa política o de superioridad moral por sobre la otra persona.