Como hemos señalado, lo verdaderamente significativo en teoría la Teoría de Cambio Climático Antropogénico (es decir, causado por actividades humanas) es la consecuencia lógica de entender las emisiones de CO2 (un gas de efecto invernadero menor) y gas metano como la principal causa de dichas variaciones climáticas, a saber: todos los seres vivos en el planeta modifican directa o indirectamente las emisiones de dióxido de carbono.
Tal y como lo compendia Bill Gates: “Prácticamente la totalidad de las actividades en la existencia contemporánea conllevan a la liberación de gases de efecto invernadero […]”; hasta un hecho natural como un bovino pastoreando, en efecto, deriva en la expulsión de CO2 y metano, el primero, un gas de efecto invernadero menor.
Por ello es que la ONU sostiene en su sitio web que, para alcanzar el “cero neto de emisiones de CO2”, será preciso, entre otras cosas, reducir el consumo de carne, a pesar de que el mismo representa en la práctica tan solo el equivalente al 4% de las emisiones globales de CO2: “el ganado produce niveles significativos de metano, un gas de efecto invernadero. Estos podrían reducirse drásticamente si comemos menos carne y más alimentos de origen vegetal.
Una vez más, las señales son prometedoras, como la creciente popularidad de las ‘carnes de origen vegetal’ que ahora se venden en las principales cadenas internacionales de comida rápida”.
Empero, la ganadería representa sólo el equivalente al 4% de las emisiones globales (Gates, 2021), mientras que el sector agrícola en total representa, a su vez, el 25% de las emisiones globales antropogénicas.
Entonces, ¿se propone acabar con el consumo de carne, el cual produce emisiones ínfimas, pero se promociona una dieta exclusivamente vegetariana, la cual implica emitir mucho más?
Ahora bien, sabemos que las ínfimas emisiones antropogénicas no son responsables del cambio climático, a modo de ejemplo, en su más reciente libro, Bill Gates afirmó, asentado, en los estudios del IPCC que “si no dejamos de aportar gases de efecto invernadero a la atmosfera, la temperatura continuará subiendo”. Empero, una publicación realizada en junio de 2021 por la Universidad de Alabama en Huntsville, la cual analiza y publica datos satelitales, demuestra que hace más de 5 años que no ocurre un nuevo incremento neto en el pico de temperatura del planeta y, de hecho, la temperatura de marzo cayó por debajo del promedio de 30 años.
En otras palabras, hemos pasado más de cinco años y cuatro meses sin ningún aumento neto en la temperatura de la Tierra, de forma que, si la T° global en febrero de 2016 alcanzó el pico de 0.70°C, en febrero de 2021 la temperatura registrada fue de 0.20°C y, en junio de 2021, fue de -0.01°C, a comparación de los 0.21°C registrados en 2016. No sólo eso: Desde 2016, nuestro planeta se ha refrigerado aproximadamente 0.7°C durante los últimos 5 años. Incluso la temperatura de la Tierra era más cálida en 1983 que ahora, a pesar de que, como recuerdan Mariastella Svampa y Enrique Viale en “El colapso ecológico ya llegó”, “en la actualidad, en relación con 1750, la atmósfera contiene un 150% más de gas metano y un 45% de dióxido de carbono producto de emisiones antrópicas”.
Por otra parte, nada se dice de las alternativas al consumo de productos cárnicos o lácteos, pues demostrado está que el consumo de carnes “sintéticas”, reducen considerablemente el nivel de testosterona en hombres lo cual es sumamente peligroso en cuanto a la capacidad de los músculos, al tiempo que podrían resultar cancerígenas para el consumo humano, como explicó el investigador del laboratorio de Células Madre en Cáncer y Envejecimiento del Hospital Clínico de Santiago, Manuel Collado: “Hay que tener en cuenta que se trata de ingerir tejido vacuno que parte de células vivas pluripotentes con capacidad tumoral y mantenidas con factores de crecimiento y agentes con capacidades no testadas para su consumo. […] Si la introducción de cualquier nuevo alimento requiere de unos estrictos controles de seguridad alimentaria y debe superar unos rigurosos tests que se demoran muchos años, aprobar para su consumo un producto generado con múltiples componentes no destinados al consumo humano y de acción incierta parece un proceso insalvable”.
Al mismo tiempo que las dietas veganas las más de las veces deben incluir el consumo de fármacos para suplir el déficit de proteínas de origen animal que vive la persona. Pues una población herbívora apacentaría de una caída de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero al mismo tiempo enfrentaría deficiencias de ácidos grasos, calcio, y vitaminas A y B12. Así lo demuestra un estudio publicado en el año 2017 por el Departamento de Agricultura de EEUU (USDA) y la Universidad Tecnológica de Virginia en el que se analizó la marca de eliminar los animales de la producción de alimentos en EEUU y suministrar a los ciudadanos una dieta exclusivamente vegetal.
Aún así, véase como desde los distintos gobiernos se insta paulatinamente a reducir la ingesta de carne con el fin de “ayudar al medio ambiente”, como lo ha hecho el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con su campaña por los “lunes verdes”, para reducir la cantidad de gases de efecto invernadero que produce la ganadería, en un país ganadero en el cual “el consumo llegó en abril al nivel más bajo en un siglo”, una caída sostenida desde 2020.
Por: Ignacio_vossler